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Las preguntas que nos hacemos

· Cultura,Psicoanalisis,Filosofía

Por Lucas Couceiro.

Que lo que digo aún no exista

Que lo que hago no tenga nombre

Que lo que soy no se sepa

Que lo que ando sea barroso

Que lo que se ve de mí sea borroso

Que lo que decís de mi sea un murmullo

Que lo que veo de vos sea traslúcido

Que lo que digo de vos sea un silbido

Que las palabras que tengo

No alcancen para nombrar las cosas

Que lo que esté por venir sea libre

De precisiones.

Lucia Gagliardi.

Desde una política del deseo o una política del extasis, desde una ofensiva sensible y hacia una nación diferente de diagnosticar y politizar los espacios que habitamos para hacerle frente a las nuevas formas del fascismo. Este ensayo indaga sobre la situación académica y facultativa en un contexto de ajuste, despolitización, violentización y adormecimiento. Aquí no se busca otorgar respuestas o soluciones, sino más bien, problematizar, incomodar y desconfiar de las propias concepciones y estrategias con las que ya se cuentan para pensar(nos) en diferentes puntos de partida y hacia diferentes futuros posibles.

A menos de medio año del gobierno de Javier Milei, el movimiento libertario y la casta organizada Argentina (Macri, Caputo, Bullrich, Sturzenegger, Rocca, Bulgheroni, Eurnekian, y unos pocos más) han generado un contexto de ajuste despiadado, veloz y multidimensional. No ahondaremos demasiado en las puntualidades y generalidades de este programa de gobierno. Sí nos inmiscuiremos en la particularidad consecuente en relación a las medidas por parte del gobierno (DNU y Ley Ómnibus) que alcanzaron a la Universidad de Buenos Aires. No para ofrecer una respuesta, sino más bien para abrir y problematizar la situación.

Este contexto y estas medidas fueron la patada para que el movimiento estudiantil -que bastante dormido venía despegara el culo del banco y saliera de las aulas.

En las últimas semanas se realizaron distintas actividades y asambleas a nivel general en las diferentes facultades de la UBA, culminando en la marcha increíblemente masiva del reciente 23 de abril en defensa y reclamo de un presupuesto digno para garantizar la Educación Publica de calidad y gratuita.

Previo a la marcha se podía sentir un chispazo dando vueltas. En la marcha alcanzó la mecha y ahora toca mantenerla prendida hasta que explote.Tiraremos leña, madera, nafta, pólvora y deseo al fuego. Sabemos bien de qué lado de la mecha nos encontramos.

Hablando con estudiantes (independientes y de agrupaciones) circunda en el aire un interrogante que es acompañado de ansiedades, excitación, latente potencia y mezcla de esperanza desesperada. Un compañero con nombre de apóstol supo predicar en una pregunta algo de esa sensación colectiva: “¿Cómo plantear el problema que nos acontece, que nos toca?”.

Una respuesta que me asalta ante tal planteo es “La clave está en las preguntas que nos hacemos”. Célebre frase de una psicóloga, artista, pensadora y amiga cercana. Que, a la vez de otorgarnos una llave para el candado hermético de nuestras cadenas -que nos atan a una presunta normalidad, a la explotación de nuestrxs cuerpos y a un inconsciente (como lo plantea Suely Rolnik) occidental, colonial, patriarcal, neoliberal y toda la mierda que llevamos a rastra- por otro lado, está frase, nos deja un desafío, una incomodidad para seguirnos cuestionando y seguir buscando senderos que se bifurquen de la carretera principal.

Estamos ante un problema urgente. Por la necesidad de fugar de este estado pandémico mórbido y anémico que atraviesa todo aquello que fagocita el capitalismo; lo humano esta zombi hace rato.

Presenciamos un tiempo donde vemos que la avanzada viral también recae en las mercancías, en lo ecológico, en lo institucional ¡hasta en lo artístico y estético…. y no nos olvidemos del lenguaje! Cada vez importan menos las palabras (importan en su carácter de transportadoras de contenido y valor sensitivo) lo que se dice y lo que se trasmite en los discursos pareciera ya venir domesticado o estandarizado, puros clichés. Nadie está exento de decir cualquier barbaridad, de contaminar el aire, de enfermarnos los oídos. Todo se degrada a una velocidad descomunal: ¿será que mejoramos la digestión o que cada vez es más chatarra lo que se produce? Salvo quizá la tecnología cibernética y robótica, que gozan de una excelente vitalidad; estamos frente al desmembramiento de un mundo que viene muerto hace rato.

Urge así una disputa material y narrativa.

Planteada la urgencia, surge el problema: ¿Cómo estar seguros de que las preguntas están bien formuladas? ¿Cómo saber si el problema está bien planteado?

Por todos lados emergen los fantasmas que acarrean las palabras. Los conceptos saber y bien pueden jugar malas pasadas. Lo mismo que las preguntas por los “por qués”: esconden “para qués”, buscan cerrar los problemas, buscan finalidades que responden a intereses… pero ¿de quién?

Diferente son las preguntas por los “cómos”: jugando un poco con el isomorfismo de las palabras, encontramos implícitamente aquello relacionado con el sufijo fagia (la acción de comer o tragar). Por lo que en la pregunta por los “cómos” se devela algo de la praxis, de la acción, de la técnica, de lo implícito, de lo fisiológico, de la dieta y de lo compositivo y degradativo.

En una época caracterizada por la confusión y la sobre información, el problema de las finalidades acarrea el problema de los ideales ya preestablecidos, de intereses normalizados, de discursos prescritos, de un modus operandis ya preformateado.

Afortunadamente tengo un gran amigo con bigotes que nos da un par de precisiones para tener en cuenta los puntos de partida y cuidarnos de no comernos la curva en un diagnóstico erróneo de las problemáticas circundantes.

Una vez me contó que los ideales acarrean “Los cinco grandes errores”:

Causas y Efectos

El primero de los errores, confundir las causas con los efectos, se deriva del trastocamiento decadente que tenemos en nuestra condición de sujeto social a la vez aislado. Analizamos todo desde la perspectiva del sujeto trascendente; que mata y diseca todo aquello que estudiamos, universalizamos por antonomasia.

Por poner un rápido ejemplo: ¿Querés tener mucho dinero? Los youtubers de 17 años que viven en Dubai te dicen que la ecuación para volverse exitoso es la siguiente: sacrificio=cambio de mentalidad=dinero. Causas y efectos. Cuando entendemos que hay una confusión en su razonamiento, entendemos que la formula correcta es a la inversa, dinero=cambio de mentalidad=sacrificio. Es el dinero el que nos lleva a la patología mental y nos hace sacrificarnos como esclavos, llegando a razonamientos del tipo “dormí lo menos posible, los perdedores duermen mucho”, en pos de ser “productivos” se nos ha confiscado hasta el derecho al sueño, es el súmmum de la autoexplotación.

Todo ello sabiendo bien que el mismo sistema monetario es excluyente: para que unos tengan mucho, muchos otros deben tener poco. Multitudes de masas que corren detrás de la mercancía por excelencia: el capital, encontrandose con la frustración y la desesperanza a la vuelta de la esquina.

Otro ejemplo, antiguo, más aún vigente, es el de Sócrates; quien propuso esta ecuación: Virtud=Razón=Felicidad. Error. Es la felicidad o el buen estado de ánimo, quien otorga la razón y por consecuencia la virtud o el buen obrar. El gran problema es el de los universales. Partimos de la idea de que la virtud fuese una para todxs, igual e idéntica, perfecta e inmutable. Y no múltiple, rizomática, mutante, móvil…diferente a cada momento.

La Moral y la Razón

La Moral reza así: “Haz esto y aquello, no hagas esto y aquello y serás feliz. De lo contrario… serás culpable, responsable, deudor, pecador, etc.” Otra vez, la homogeneidad en la manera de valorar, en el juicio de la realidad, en fin, en la producción de las formas.

Propongamos ser menos morales -o más inmoralistas- y más éticos en relación a nuestrx deseo. Necesitamos una política del deseo, una política del éxtasis. Ya bastante tenemos con la especulación y el correccionismo político de nuestra clase dirigencial / sacerdotal.

Retomando el último ejemplo del punto anterior, en relación al estado de ánimo y la virtud, fisiológicamente no nos hacen bien las mismas cosas, ni siquiera respondemos a los mismos placeres, gustos o sensaciones. Spinoza supo plantear de manera sublime esta cuestión es su Ética: juzgamos como “bueno” lo que para nosotrxs es bueno. El que alguien sea feliz deviene virtuoso; pero a los ojos de la chusma puede ser alguien “malo”, si no responde a su juicio moral, o “bueno” si cumple con los estándares y requisitos de sus convicciones (ideológica y estética).

Aquí la Razón con mayúscula juega un papel preponderante. Debemos aceptar y partir de la premisa de que la Razón al servicio de la moral que poseemos nos enferma. Que se basa en modelos trascendentales, platónicos, metafísicos, religiosos y coloniales. Que es excluyente y totalitaria. Binaria y dicotómica. Universal e individual. En resumen, tenemos una Razón eminentemente fascista.

Tomando las palabras de Artaud, debe llegar el día en que terminemos con el Juicio de Dios.

Causalidades falsas

Junto con este totalitarismo del individuo y su Razón, aparece el tercer error, las causalidades falsas. Partimos de la creencia de saber cuales son las causas de los problemas. Pero ¿Dónde está la fuente de ese saber? ¿Quién es el que sabe?

El sujeto neoliberal y empresarial surge como molde en la reproducción en masa de subjetividades que se nos impone de manera tormentosa, vil y descarnada en esta época. El sujeto neoliberal es el producto refinado del largo recorrido histórico que viene atravesando esta razón trascendental. Y el error de estas causalidades radica en que siempre pasamos por alto la dimensión y el efecto que compete a nuestro mito occidental.

Seguimos creyendo en el Yo, en “el mundo interior”, en el Cielo y las Ideas, en Edipo, en las representaciones, en las formas.

¿Cómo es que luego llegamos a extrañarnos de lo que encontramos en las cosas que nosotrxs mismx rellenamos? ¿Cómo es que nos tomamos nuestras propias invenciones, nuestras propias ficciones, como lo verdaderamente real, como la realidad en-si-misma?

La potencia del olvido es mucho mas fuerte que la de la memoria. 

¿Qué es eso que llamamos memoria y qué tan vinculada esta con la noción de conciencia? ¿Cómo se le hizo una memoria a este animal humano? ¿Cómo lograr que, en esta realidad por completo fluida, en donde cada instante se nos escapa, podamos asentar un presente compuesto de pasados y futuros? “Para que algo permanezca en la memoria se lo graba a fuego; solo lo que no deja de doler permanece en la memoria”. La memoria, tal cosa, no se realizó jamás sin sangre, martirios, sacrificios y torturas. Esta memoria que poseemos esta plagada de suplicios y miedos.

Tan torturada está que, como dice Mark Fisher, tenemos una memoria sitiada y atrofiada. No queremos ver aquello horroroso que habita en las profundidades de nuestra carne. “La estrategia de aceptar lo inconmensurable y lo insensato sin hacer cuestionamientos fue la técnica ejemplar de la sanidad en el capitalismo tardío; todo lo que alguna vez fue puede retocarse rápidamente, en el que la construcción y destrucción de ficciones sociales funciona a la velocidad de la producción y distribución de mercancías. En estas condiciones de precariedad ontológica, el olvido se convierte en una estrategia de adaptación.” (Realismo Capitalista, 2016)

Tenemos dos yuxtaposiciones; por un lado, una memoria selectiva, fácilmente maleable, totalmente sitiada, donde el olvido tiene un carácter reactivo. Del otro lado, una memoria que lucha por no ser exterminada, que parte de todos estos milenios de persecución esclavista y genocida, donde aquí el olvido es activo, funciona como facultad de inhibición y como estado de digestión para no quedar con la mierda adentro.

Mi amigo Guido Prósperi Lewintre, concibe esta problemática hasta más indigna que la mierda, me dice: es irreproducible, catastrófica, irrepetible; y es por ello que emerge como un deber ético al que hacerle frente: la memoria como respuesta a lo siniestro, a lo extraño, a la transfiguración humana.

Por ello no es de extrañar que hoy emerjan cuestionamientos a lo que sucedió en el terrorismo de estado de la dictadura militar argentina. Es más cómodo el despotismo y totalitarismo que asumir nuestra propia historia, es como si se dijera: “fue tan violento lo que pasó que el despotismo era necesario, se necesitaba - se necesita esta tiranía”.

No se quieren realizar ciertas preguntas; allí donde naturalizan, nosotrxs nos preguntamos.

Lamentablemente, esta degeneración o atrofiamiento de la memoria nos es transversal a todxs. Así, podemos decir que estamos despojadxs de una memoria narrativa, pero conservamos una memoria formal. Un ejemplo de esto: una noticia monopoliza la atención una semana entera, nos indignamos, debatimos, discutimos; luego se olvida y seguimos como si ello nunca hubiese sucedido.

Podemos usar como imagen ilustrativa el esquema del peine de Freud: nada llega con la suficiente fuerza como para generar una huella mnémica. Este desorden de la memoria es inherente a las formas de desterritorialización y reterritorialización del capitalismo actual.

¿Qué repercusión tiene esto? A la hora de pensar futuros posibles, de imaginar nuevos mundos, emergen en la memoria los miedos mas profundos que nos han grabado a fuerza de represión. Por ello creo que hay una potencia en la noción del olvido. Para romper con ese imaginario social totalmente colonizado.

Las Causas Imaginarias. 

En el error de las causas imaginarias, encontramos que estas son producto de la traslocación mnemotécnica que acabamos de describir.

Todo aquello que nos han enseñado, toda esa torre de marfil erudita, todos esos suplicios de la carne que ejerció el disciplinamiento de nuestrxs cuerpos – las torturas inquisidoras, los genocidios colonialistas, la explotación esclavista, las guerras mundiales, las dictaduras militares, etc.- forman parte de nuestrx propio autocontrol. Emergen como bálsamo en nuestras respuestas, pues, causa alivio, tranquiliza y hasta da placer reducir lo desconocido a algo que ya conocemos. Hasta genera una sensación de poder.

Lo desconocido, por otro lado, implica peligro, paranoia, alteración. Ante lo desconocido nos apuramos a encontrar respuestas que nos estabilicen. A su vez necesitamos que las respuestas estén dadas desde lo conocido, desde lo que ya sabemos. Finalmente, esto se materializa en nosotrxs, nos constituye, se hace principio o ley: es preferible contar con una explicación cualquiera que no contar con ninguna.

No habrá que esperar mucho, la primera representación que brinde templanza, que no nos inquiete, devendrá en un alivio que se establecerá como verdad. Tendrá fundamento de verdad.

Por lo tanto, el instinto de causalidad, la búsqueda de finalidades, los cómos y para-qués, pueden encontrarse condicionados y excitados por los miedos.

Así, ante el problema de las preguntas que nos hacemos, encontramos una necesidad construida por concebir lo desconocido desde un registro del conocimiento ya establecido, con una causalidad representativa de lo ya vivido, que se encuentra en esa memoria selectiva.

Partimos desde ahí y no queda lugar a lo nuevo, lo no vivido, lo extraño, lo ajeno, lo diferente, lo disidente.

Este condicionamiento nos ha llevado a una lógica que concibe todo lo distinto como anomalía, como patología, como disfuncionalidades, defectos o errores. Se termina buscando siempre una única causa, una única respuesta, un único efecto en relación a lo ya preestablecido.Toda teoría viene con una carga de moralina que hace que las respuestas dejen como causa y culpable a las particularidades de cada individuación.

Las pasiones, los sentimientos, los malestares fisiológicos y psicológicos, se interpretan como algo “merecido” y no como algo producido.

Las preguntas y las respuestas que nos venimos haciendo a niveles generales, lo único que muestran son las manifestaciones de nuestrxs estados de ánimo, nuestra forma de sentir, de percibir y las condiciones a las que estamos sujetos en la producción de realidad.

La Voluntad Libre

El ultimo error, el de la voluntad libre, nos viene a decir que somos hombres libres. Viene a vociferar “Viva la libertad carajo”. Es la artimaña más vetusta y oxidada, la doctrina de la voluntad es siempre y en todo lugar un imperativo creado para poder juzgar y castigar, para poder encontrar culpables. “Si no podes es por falta de voluntad”, “Tenés que sacrificarte más” “Depende de vos”.

Hoy es bien conocida y nombrada como meritocracia. Los primeros autores de ello son los sacerdotes. Ganarse el cielo era cuestión de mérito en la tierra. Siendo “hombres libres”, somxs responsables de todos nuestrxs actos, todo aquello que hagamos será por decisión propia y a conciencia.

Por suerte hace poco, nostrxs, dejamos de ser “hombres” y jueces para pasar a ser anormales e inmoralistas. Por suerte tenemos bien en claro que las fuerzas no vienen del cielo; sino que retumban y vibran en la tierra.

Esta es la gran dicotomía en la que nos encontramos. Un mundo que vive en la memoria y la imaginación colonizada, contra otro que quiere trans-mutar y devenir diferente. Tomando la noción de Castoriadis, estamos ante una imaginación instituida, debemos buscar esa memoria instituyente para poder imaginar y pensar(nos) en futuros posibles, en devenires imperceptibles.

Entre lo decible y lo indecible, entre lo significante y lo asignificante. Entre quienes reprimen, persiguen, secuestran, torturan y desaparecen toda diferencia y entre quienes atraviesan el miedo de lo desconocido dejándose morir y reencarnar en algo más raro, más monstruoso.

Conclusiones

Cito textual a quien estuve plagiando en todo este texto:

“Nadie es responsable de existir, de estar constituido de uno u otro modo, de encontrarse en estas circunstancias, en este medio ambiente. La fatalidad de su existencia no puede desvincularse de la fatalidad de todo lo que ha sido y todo lo que será. No es la consecuencia de una intención propia, de una voluntad, de una finalidad […] es absurdo tratar de encaminar el ser hacia un fin cualquiera. Ha sido el hombre el que ha inventado la idea de fin, pues, en la realidad no hay finalidad alguna. Somos necesarios, un fragmento de fatalidad; formamos parte del todo, somos en el todo; no hay nada que pueda juzgar, medir, comparar y condenar nuestra existencia, ello equivaldría a juzgar, medir, comparar y condenar el todo. Ahora bien, no hay nada fuera del todo. La única gran liberación consiste en no responsabilizar a nadie, en que el mundo no sea una unidad ni como sensorio ni como espíritu; solo así se restablece nuevamente la inocencia del devenir.” (El ocaso de los Ídolos, 1889)

Eximidos de culpas y responsabilidades, no tenemos el deber de salvar el mundo, la patria o redimir toda la historia de oprimidos. Tan solo debemos buscar aquello que nos haga más fuertes, más activos, más alegres; es menester recuperar nuestrx estado de ánimo que, como dice el Indio, tan vilipendiado lo tenemos.

Necesitamos recuperar nuestrx deseo. Hacer política desde nuestrxs deseos. Siempre múltiple, siempre productor.

El punto de partida es nuestra sensibilidad. Para escuchar lo que ella siente, primero, hay que desconfiar de unx-mismx. Del Yo y la propia mismidad. Hay que aceptar que nuestrxs deseos están tomados, es por ello sigue existiendo el fascismo, porque inconscientemente lo deseamos.

Hay que ir con cautela, ya que cualquiera de nuestras propuestas puede venir cargadas de sus propias condenas.

Pecare de arrogante y preguntare: ¿Quién esta eximido de los errores para plantearse preguntas que no escondan las artimañas de la norma? ¿Cómo se le escapa a las trampas ecualizadas que nos llegan a nuestrxs oídos desde la voz de esa embustera Razón? ¿Cómo generar nuevas técnicas y tácticas dentro de la política del deseo? ¿Cómo hacernos de una imaginación o ensoñación que no ponga a individuos o personalismo en el centro de la escena y pueda devenir colectiva, múltiple e impersonal?

Necesitamos espacios donde podamos liberar el deseo. Recuperar el disfrute colectivo para saber que es lo que queremos y así si poder plantear las preguntas que necesitamos hacernos.

Necesitamos un último secuestro, el de nuestrx estado de ánimo.

En este día. Y cada día….