Por Lola Tabarovsky.
En un instante efímero puede desmoronarse la construcción amorosa más valiosa y relevante de mi vida, horas infinitas de carcajadas cómplices, madrugadas de invierno, de verano, de primavera, de otoño, un idioma propio, la mayor intimidad, el tacto, el cariño más inmenso, cuando el varón procede a darme la espalda dormido en un determinado momento de la noche. ¿Cómo puede traicionarme de una forma tan inhumana? ¿Cómo puede tirar a la basura, sin reparo, mi confianza? Su cuerpo amodorrado apunta la pared como escapando del mío, como entregándose a un cuerpo nuevo. ¿Cuánto tiempo nos queda despues de esto? ¿Cuánto dolor puede padecer una mujer? Enroscaba cada vez más la sabana con su movimiento rotatorio, refugiándose en ella, poniendo una barrera entre lo que algunas fuimos y lo que seríamos ahora: infelices, grises y distantes. Al final, el patriarcado siempre penetra, es imposible escaparle al varón emocionalmente ausente, pienso, que no podría haberme hecho algo peor que esto.
No se puede definir con exactitud que constituye un vínculo no-patriarcal sin caer en algunos clichés. En principio hay un entendimiento basico de lo que denominamos patriarcal, es decir, violencias de género fisicas y emocionales y la división injusta de las tareas del hogar. Paralelamente hay una infinidad más de sucesos vinculares que están en debate hoy en día sobre si son o no patriarcales: la responsabilidad afectiva, las ausencias emocionales, la monogamia, el ghosting, las infidelidades, etc. Personalmente tengo una creencia un poco más radical (y no hablo de feminismo radical) sobre el machismo en los vinculos, y es que todo es inherentemente patriarcal en un vínculo romántico heterosexual, el varón siempre es machista. Pero con esto no me refiero justamente a una mirada rad-fem sobre la condena al varón, a ejercer un lesbianismo politico, mucho menos a una victimización masiva de parte de las mujeres que genere sensacionalismos masivos y campañas de cazas de brujas. Me refiero a que no veo el punto de los recientes discursos vinculares online sobre la forma exacta de construir un vínculo anti-patriarcal que pretenden separar un vínculo del sistema social en el que está inmerso.
Puedo identificar dos corrientes en la busqueda de los nuevos vinculos, la primera es una linea feminista y progresista que llama a repensar los vinculos pasados, analizando las cuestiones del consentimiento, de responsabilidad afectiva, de la exclusividad y demas. Pone el foco en cuestiones como las dinamicas de poder existentes en un vínculo, y sostiene que la única forma de generar un vinculo heterosexual no patriarcal es luchando activamente en este contra las presiones del “afuera”. Responsabilidad afectiva refiere a una forma activa de cuidado dentro de los vínculos, de crear canales de comunicación abierta, de hacerse cargo de los sentimientos propios, de establecer y respetar límites afectivos claros. Al igual que Alexandra Kohan, yo también me siento en conflicto con el término. Primero, hacer un paréntesis, detesto el término vínculo sexoafectivo. Comprendo que el nombre proviene de un rechazo a la idea del amor romantico heterosexual tradicional, donde las posibilidiades son noviazgo o matrimonio heterosexual y monogámico. Sin embargo creo que el problema, del título y del planteo, es la esterilización del vínculo, es decir, el despojo del amor y de lo romantico en particular, siendo este complicado y desprolijo. Un vínculo puede no tratarse de un noviazgo cisheterosexual monogamico y aún así no reducirse a una denominación casi conductista. Pero volviendo al tema anterior, Alexandra Kohan, psicoanalista, estuvo hablando del tema en los ultimos años. En una nota titulada “acostarse con un boludo no es violencia” retoma la tematica de la responsabilidad afectiva y comenta “veo que se pretende como las cláusulas de un contrato” y concuerdo, se plantean una serie de estandartes que no pueden ocurrir bajo ningún punto de vista en los víncculos, menos viniendo de un varón. Quizas se reduce a una cuestión de ausencias, es cansador que las femeneidades siempre cargan con el peso emocional de un vínculo, siempre maternan. Pero pienso entonces en lo que dice Barthes sobre los reclamos de las ausencias: el otro se encuentra en un estado de constante partida: la ausencia amorosa va solamente en un séntido y no puede suponerse sino por quien se queda, un yo siempre presente contra un otro siempre ausente, suponer la ausencia de entrada es plantear que el lugar de sujeto y el lugar de otro no se pueden intercambiar, es decir, que siempre soy menos amado de lo que me aman. En estas exigencias se supone al otro romántico como una extensión de uno mismo. Es decir, en el intento de alejarse del discurso de la media naranja tradicional heterosexual, se presupone que el varón siempre esta en ausencia y que la mujer padece, y que es la responsabilidad afectiva del varón hacerse presente. Al final, desde el vamos la mujer en el vínculo incluso feminista está en necesidad, en victima. Pero ademas, el vínculo romántico es permanentemente incómodo. Con esto no digo abusivo o verdaderamente nocivo, pero justamente pretender del otro una responsabilidad afectiva predeterminada es negar la neurosis del otro, las subjetividades del otro, el error, el fallido, el malentendido. Pretender que el otro tenga las mismas prioridades, las mismas angustias, que un gesto signifique lo mismo para ambos, es querer hacer un dogma y una lista de pautas del amor. Con esto no digo que el varón en el vínculo no suela ser categoricamente inferior y que no tenga que reprensarse, nací y me voy a morir misandrica y hembrista, pero digo que el discurso de la responsabilidad afectiva aparece desde una superioridad moral y desde un pensamiento pavloviano donde el varón es condicionado clasicamente por la mujer, y donde el deseo y el amor aparece ordenado, empaquetado y limpio, listo para consumir y que a posteriori siempre deja a la mujer victima de las ausencias. Incluso diría que es peligroso, porque ya conocemos los tipicos casos de varones no-patriarcales que terminan siendo satanás reencarnado. Quizas lo más interesante del discurso es plantear una responsabilidad afectiva para con uno mismo y no tanto con un otro, es decir, que la mujer (o la disidencia) pueda correrse del lugar de exigencia y ser fiel a su bienestar. Kohan termina desvariando un poco al final de esa nota, reproduciendo los tipicos discursos en contra de esta línea, sobre el juego de la seducción y el “no es no” donde sin querer cae en un reduccionismo del debate, dice “está en crisis el juego de seducción. ¿Cómo hacemos para seducir si no puedo mirar fijamente a alguien en una fiesta porque es acoso?” y habla sobre que el poder no es estatico, que a veces una mujer mas chica puede tener el poder en un vínculo con un varón mas grande, que le parece infantilizante usar la expresión “era una nena” en el caso de Thelma Fardin porque es infantilizante y la anula de su sexualidad. Aquí falla, no hace falta caer en exageraciones para cuestionar el discurso progre sobre la responsabilidad afectiva. Kohan es de una generación de psicoanalistas y feministas que vivieron el machismo desde un lugar de censura, es decir, ellas si lidiaron con una metaforica y literal policía de sus cuerpos, donde reinaba el prohibicionismo, el no-empoderamiento, la no autonomía sexual, la negación de su sexualidad, de no poder romper. Entonces entiendo que sea dificil para ellas escuchar de nosotras, la generacion hipersexualizada, objetivizada y del porno deepfake, hablar de límites, de no es no, de abuso sexual. Sin embargo, quizas la construcción de los vinculos no-patriarcales implique una convivencia entre la idea de que la mujer no es una pobre victima carente de verdadero amor y el varón es un villano ausente, y la idea de que las dinamicas sociales de género afectan y penetran profundamente y constantemente en los vínculos, y eso requiere un replanteo feminista. Es por esto que me cuesta discernir entre un “afuera” patriarcal y un “adentro” vincular que no lo sea. Lo mas interesante de los feminismos es poder reconocer que no hay una linea tan marcada entre el afuera y el adentro en las relaciones, y que no por eso hay que escandalizarse. Existen los ideales feministas creo yo para proteger la construcción de relaciones y de vínculos que puedan romper con los tradicionalismos misóginos y con las reglas sociales patriarcales, pero no por eso hay que seguir una nueva lista de reglas no-patriarcales; quizás la cuestión pase por la liberación de los vínculos a ataduras pre-establecidas y a permitir las subjetividades individuales como forma tambien de resistencia y de cuestionamiento social.
Por otro lado, la verdadera problematica, porque no me preocupan veinte progres poliamorosas que hacen hilos sobre ghosting en twitter, si no la otra tendencia más conservadora sobre la problematica de las ausencias: la policía afectiva. Hace unos dias se viralizó un mensaje de instagram de una chica que le decia a otra algo como “Hola reina, te escribo para contarte que tu novio me estuvo dando me gusta a mis historias, te lo digo porque a mi tambien me gustaria saberlo” los memes no tardaron en llegar, porque la naturaleza del mensaje es ridicula. Sin embargo habla de un dispositivo persecutorio: la pulcritud. Por un lado, últimamente hay un refuerzo de la exclusividad como lo correcto y lo superior, y que la peor ofensa que puede cometer alguien es ser infiel, subsecuentemente, todos deberiamos estar al tanto y en alerta ante el más mínimo indicio de infidelidad, como Shakira, quien descubrió que Piqué le era infiel porque le faltaba mermelada. Romper el pacto de monogamia no es placentero, no está bueno traicionar la confianza de la pareja. Sin embargo, esta bajada de línea joven sobre la monogamía estricta responde a discursos conservadores sobre el adoctrinamiento del deseo. Incluso en inglés existe el término microcheating, “micro-infidelidad”, que puede referir a cuestiones como ver porno, dar me gusta en redes sociales, y casi que tener amigas mujeres. Aquí la figura preasumida del varón es la de degenerado natural, por lo tanto debe erradicar toda interacción con mujeres, excepto la madre y la novia. No necesito ni aclarar a qué suena el planteo. El problema está en fomentar aún más los roles de género: en vez de alentar al varón a relacionarse con mujeres (a verlas como personas, si no es mucho pedir) se plantea esto como una imposibilidad y se sugiere la censura, la fidelidad, acompañada de esa sororidad barata de vendedora de showroom, que solo encubre un deseo. Creí que ibamos a ser la generación que rompería con el mandato de la monogamia, pero resultamos ser profundamente paranoicos y neuroticos con la cuestión del abandono.
Finalmente, considero que estos discursos policiales provienen de no tener una verdadera mirada politica sobre el amor. Como las red flags (bandera roja) que estuvieron de moda, es decir, una red flag es algo que hace alguien que demuestra peligro, que no hay que vincularse, hermana date cuenta. Pero las mayoria de las red flags parecen sacadas de un discurso de hace 100 años: “no te mira a los ojos” “no te abraza durante la noche” “mira porno” “no paga la cita” “no te habla primero” faltaria que agreguen que no va a la iglesia. O por el contrario, “no llora” “le molesta el lenguaje inclusivo” “te habla en diminutivo” como red flags que denotan que la persona es machista. Hay un discurso parecido al del coaching: 10 señales de que tu novio te es infiel. 5 actitudes que demuestran que no te ama. En estos discursos online se le escapa nuevamente al análisis y al pensamiento crítico en los vinculos romanticos, se busca generalizar y también resonar con el pánico moral colectivo. Delimitar el bien y el mal, lo correcto de lo incorrecto, lo apropiado de lo inapropiado. De todas formas, quizas es el precio de ser la generación que piense en vincularse diferente, pero estamos buscando la fórmula matemática que permita vincularse sin dolor, sin riesgo, que alimente las zonas de confort ya conocidas y funcionales para nuestras neurosis. Deberiamos empezar a permitir la violencia y la perversión en pequeñas medidas controladas en los vinculos, permitir la incertidumbre, la indecisión. Permitir el conflicto, un poco de subversion. Poder cuestionar el machismo vincular sin ser una mártir de la pulcritud. Rechazar cualquier discurso que venda al amor como limpio, prolijo, reglado. Es una cuestión del trabajo feminista poder pensar las cosas por su totalidad, poder ver los grises y no caer en slogans. Como siempre digo, al amor se le gana con odio.